Saturday, 28 January 2012

Capitulo 4 / Max


-Bonitos pijamas –dijo enderezándose, pues había estado acostado en la cama. Él sonreía y miraba a Cam.
            Ella lo miraba. Por un segundo su mirada se iluminó y sonrió, pero al recordar la promesa se calmó un poco.
            -Hola Jake –dije sonriendo. No era sínica, de verdad me caía bien, pero… ¡¿Tenía que ser justo hoy?!
            -Hola Max –por un segundo me miró. Luego volvió a centrarse en mi amiga- Hola Cam.
            Ella lo saludó con una gran sonrisa. Me senté en la cama dejando un espacio entre Jake y yo, para Cam. Ella lo observaba y luego a mí. Le hice un pequeño movimiento de cabeza y comprendió, ya que lo abrazó al tiro.
           
            -¿Cómo es que aún siguen en pijama? –rió el cuando Cam se sentó a su lado.
            -¿Cómo es que no tienes frío? –reí.
            -Así se dice –comentó riendo aún.
            Y era cierto. Jake andaba como siempre; unos jeans hasta la rodilla con el borde deshilachado y una polera manga corta negra.
            -Veníamos a vestirnos –aclaró Cam.
            -¿Entonces llegué en buen momento? –bromeó Jake juntando las manos.
            Cam y yo le tiramos unos cojines. Reímos. Ellos se miraban de vez en cuando y yo empezaba a sentirme extraña y sobrante.

            -Iré a ver a Dean mientras tanto –dijo él levantándose.
            Y salió.
            Juntamos nuestra ropa y nos vestimos en silencio. Esto había tirado nuestros planes por la borda.


Estábamos en la cocina preparando algo para almorzar, cuando Jake comentó:
-Deberías cerrar bien tu ventana, Cam.
La aludida rió en forma de respuesta mientras preparaba una salsa. Yo revolvía unos fideos.
Jake se acercó a Cam y la abrazó por la cintura por desde atrás. Ella se sonrojó un poco y fingió concentración en la salsa.
Miré por la ventana rápidamente, luego a los fideos. Estaban casi listos. Esperé unos segundos y dije:
-Jake, ¿puedes poner la mesa, por favor? –indiqué los fideos- Están casi listos.
            Se separó de Cam y puso la mesa. Cam me ayudó a servir los fideos y llamó a Dean.

            Almorzamos entre broma y broma, riendo bastante. Luego Dean subió a jugar a su habitación y nosotros fuimos al living.
            Prendimos la televisión y pusimos un canal en el que daban una peli con pinta de interesante, cuando a Cam le llega un mensaje.

            -Promociones basura –dijo dejando el celular en la mesa de centro.
            Noté que Jake estaba un poco ansioso o nervioso, y miraba a Cam como si quisiera decirle algo.
            -Vuelvo en un momento –dije levantándome, sin mirarlos.
            Subí las escaleras rápidamente y una vez en mi pieza, junté mis cosas y entré en el baño.
            Me miré fijamente en el espejo.
                       
            -Tres son multitud. –me dije- En especial si son ellos y yo.
            Fui a la pieza de Dean y me despedí. No quería que me fuera.
            -Es que debo irme, me esperan –respondí cuando me preguntó por qué.
            No iba a decirle la verdadera razón.
            Bajé las escaleras cargando mis cosas. Las tiré al suelo y fui al living.

            -Me voy –informé.
            -¿Qué? –exclamó Cam- ¿Por qué?
            La miré y me aseguré de que entendiera. No iba a quedarme ahí. Todo se fue por el WC.
            -jeremy me espera –mentí. Jer había ido a por ahí con amigos a jugar a la pelota.
            -Dale mis saludos –dijo Jake.
            -Ok. –Sonreí.
            Cam me miraba fijamente.
            Me despedí y tomé mi saco y mi mochila. Tiré todo en el asiento trasero del auto y encendí el motor.
            Pisé el acelerador y me fui.


            Una vez en mi casa, dejé todo tirado mi cuarto. Me había puesto jeans negros con una polera, así que tuve que sacar del closet un polerón. Saqué mi favorito; uno calipso estilo canguro con capucha.
            Metí unas horquillas en mi bolsillo por si a caso y salí a caminar.

            Muy poca gente, casi nadie, estaba en la calle. Creo que había un campeonato de algo en la tele.
            Había caminado con suerte unas cuadras, cuando alguien exclamó a mis espaldas:

            -¡Max!
            Yo iba con la capucha puesta, así que me sorprendí de que me reconocieran. Me volteé y vi al perfectamente despeinado Edward Cullen sonriéndome.
           
            -Hola Ed –saludé con una débil sonrisa.
            Me bajó la capucha y pasó su brazo por mi espalda.
            -¿Caminemos juntos? –preguntó sonriendo.
            -Bueno.

            Metí las manos en el bolsillo del polerón y empecé a jugar con las horquillas. Caminábamos en silencio, cuando él pasó su brazo nuevamente por mis hombros, pero esta vez a modo de abrazo y me acercó a él.

            -Hueles a perro –dijo riendo un poco.
            -¿Qué? –frené de golpe y lo miré extrañada.
            -Olvídalo –seguía riendo y me impulsó a caminar.
            -Dime.
            -En otro momento –dejó de reír inmediatamente.
            Me rendí. Sabía que no conseguiría nada.
            -¿Cómo me reconociste? –pregunté luego de un rato.
            -Tu olor, forma de caminar, una mente que no puedo leer, –me sonrió- silueta –me miró con algo extraño y diría travieso en los ojos.
            -Edward –reí sonrojándome por su último comentario.
            Miró hacia todos lados, luego, en menos de un segundo sentí sus manos en mi cintura y terminé sujeta a su espalda mientras él corría.

            -Esto podría considerarse secuestro –susurré en su oído.
            -Correré el riesgo –contestó riendo.
            Se internó en el bosque.
            -¿A dónde…? –me interrumpí- ¡EDWARD!
            Él reía mientras saltaba de rama en rama. Cuando estuvimos en la parte más alta del gran árbol, me puso a su lado, sujetándome por la cintura.

            -Wow –dije sujetándome a su polera fuertemente para no caer. Cerré los ojos.
            Además de aso, me apegué lo que más pude a él. Eran muchos metros de caída.
            -No pasará nada –él me sujetaba por la cintura, acercándome a él.
            Aún con los ojos cerrados, pegué mi rostro a él.

            -Bajemos, –le pedí- por favor.
            Me tomó como sui fuera un bebé y en cinco segundos ya tenía mis pies en tierra.
            -Gracias –solté el aire que tenía contenido. Me aparté de él inmediatamente- Lo siento.
            -¿Miedo a las alturas? –preguntó apoyándose en un árbol.
            -Pero sólo a las grandes. No se como me subo a los aviones.
            -Entonces, yo lo siento.
            -No importa –sonreí- No sabías.
            Me miró fijamente hasta que desvié la mirada. Odiaba ser yo la que dejaba de mirar y no él.
            Pude sentir perfectamente las veces que volvió a mirarme.

            -¿Caminemos? –pregunté levantándome luego de varios minutos de silencio.
            Se enderezó y me siguió.
            Anduvimos entre los árboles como diez minutos, los cuales pasaron sin más sonido que nuestros pasos y mi respiración.
            Cuando nos encontramos con un tronco que cruzaba nuestro camino, Edward lo saltó y luego extendió su mano para ayudare. No es que fuera necesario, el tronco no era tan grande, pero tomé su mano y pasé por el tronco.
            Él no soltó mi mano después de eso.

            Pasaron unos pocos minutos, cuando fingí toser y, para de soltarme de Edward, me tapé la boca con ambas manos.
            Un escalofrío recorrió mi espalda cuando una brisa helada pasó. Volví a poner la capucha sobre mi cabeza y seguí caminando con las manos en el bolsillo. Ya se empezaban a ver las calles, pero de lejos.

            Pasé una mano por el brazo contrario, otra brisa pasó, para calentarlo un poco. Tampoco es que estuviera muerta de frío.
            Me volteé a ver a Edward, él estaba muy cerca de mí. Retrocedí unos pasos hasta que sentí la corteza de un árbol en la espalda. Él avanzó.

            Por un segundo me asusté, pero la sensación se fue tan rápido como apareció. Reemplazada por nervios.
            Con una mano apoyada entre mi cintura y cadera, y la otra en mi rostro, Edward se acercó más.
            Inclinó mi rostro hacia atrás, y me besó.

            No supe como responder a eso, sólo que yo no iba a devolverle el beso.
            Puse mis manos en su pecho para apartarlo, pero él envolvió mi cintura con ambos brazos. Intenté voltear la cabeza pero él no me dejaba. ¡No quería sus labios en los míos! Definitivamente no. Pero…
            Resistencia. ¡Qué difícil!
            Edward empezó a pasar sus labios por mi cuello y se detuvo de golpe.
            Fue en ese momento en que noté que él antes tenía los ojos negros. No dorados. No sangre.
            Él empezó a  apretarme más contra el árbol. Mi corazón se aceleró. Intenté moverme, pero fue en vano.
            Empujé su pecho, pero no se movió ni un milímetro. Me congelé por unos segundos, mi cuerpo no se movía. Sentí los labios de Edward moverse en mi cuello. Edward tiró del cuello del polerón para tener acceso a la zona de mi clavícula.

            -Ed… Edward –mi voz reflejaba el pánico que sentía.
            Sentí una lágrima resbalando por mi mejilla. Él me iba a morder. A matar. O a transformar.
            Ninguna posibilidad era muy alegre ni alentadora.

            -Por favor –supliqué en un hilo de voz.
            Escuché un ruido como de pisadas, miré fugazmente detrás de Edward y vi movimiento.
            Si eran humanos estaban fritos… ¿Pero y si eran los Cullen? Me salvo. ¿Y si son otros vampiros?
            Mejor ni pensarlo.
            Cerré los ojos.

Edward se enderezó de golpe al tiempo que oí un ruido sordo, como un golpe.
            Yo resbalé, con el tronco en mi espalda, hasta que quedé sentada en el suelo. Más bien tirada sobre él.
            Al abrir los ojos vi una sombra sobre mí. Luego noté que eran pelos. Había una criatura gigante, peluda y negra sobre mí.
            Como una idiota, busqué a Edward con la mirada apoyándome en el codo y lo vi rodeado de unos perros… Gigantes.
            El perro se me acercó y noté que era un lobo, pero aún más grande de lo normal.

            Esto no tenía sentido. ¿Por qué Edward les temía a esos lobos? ¿No sería más fácil matarlos? ¿Por qué ellos no huían de él como los otros animales?
            Empecé a marearme y me dejé caer en el suelo cerrando los ojos. ¿Por qué el lobo no me mataba o algo?

            Escuchaba el ruido que hacían los lobos y Edward, sentía al lobo negro junto a mí, mi respiración agitada, mi corazón a punto de explotar… Sudor frío y un estúpido mareo… La tierra húmeda en mi rostro…
            Edward salió corriendo y los lobos lo siguieron… Sólo cuando estuve sola escuché pasos desde el otro lado, pero no abrí los ojos.

            -¡Max! –exclamó una voz familiar, prácticamente la culpable de que me fuera sola.
            Abrí los ojos al tiempo que él se me acercaba y pasaba su brazo por mi espalda ayudando a sentarme.

            -¿Estás bien? –su tono era de preocupación y su expresión también.
            -Jake –conseguí balbucear- No tienes ni idea de…
            Me interrumpí y solo ahí recordé mi cuello. Me llevé rápidamente la mano a él, pero no tenía nada. Un suspiro de alivio salió de mí.
            -Créeme, -dijo él revisando mi cuello él mismo- lo sé todo.
            -¿Qué?
            -Max, escúchame, -tomó mi rostro entre sus manos- Hay más en esto y… -se interrumpió- ¿Tienes frío?
            Sólo en ese momento noté que estaba temblando… Y bastante.
            -Un poco, pero creo es más el shock.
            -Te llevaré a casa, ¿hay alguien ahí?
            -Jeremy salió por todo el día, así que no.
            -Tus pa… No importa.
            Padres. Auch.
            -Voy a hacer algo, por favor no preguntes nada aún.
            -Ok.
            -Te subirás a mi lomo –dicho esto se paró detrás de unos matorrales.
            Yo me quedé esperando totalmente extrañada,
            Unos movimientos y salió un gran lobo café que se me acercó. Yo me acerqué al árbol. Esto debía ser broma, ¿otro lobo?
            Se me acercó lentamente y se detuvo. Me miraba fijamente a los ojos.
            Una idea se asomó en mi mente.

            -¿Jacob? –pregunté.
            El lobo asintió y se volteó, ofreciendo su lomo.
            Me levanté y me acerqué lentamente. Me detuve a su lado. El lobo, Jacob, me pasaba la altura de la cintura. Y yo no soy baja…
            Volteó la cabeza y… ¿Fue un cariño? Hizo que mi mano pasara por ella. Para dar confianza, supuse.
            Me subí a su espalda y procuré afirmarme bien. Empezó a correr tan rápido, que me sentí en la espalda de Edward. La velocidad sobre pasaba lo natural.

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